miércoles, 9 de octubre de 2013

LA SOLEDAD DE LA PEONZA

¿Alguna vez te has sentido solo? ¿Cómo si no encontrases afinidad con las cosas y las personas que te rodean?. La soledad es un sentimiento profundo que tarde o temprano llega a tu vida y aunque intentes esquivarla, debes aprender a vivir con ella. Desde que me independicé, mi soledad se ha acentuado y no porque eche de menos a mis viejos, sino porque a veces siento un vacío que no consigo llenar con nada.  Mi madre siempre decía que para ella la mejor terapia contra la soledad era salir de compras y hablar con los dependientes de los comercios. Eran charlas poco trascendentales, pero ella se sentía segura, en un terreno que  dominaba y conocía a la perfección y cuando regresaba a casa parecía otra, más alegre y animada. Ayer decidí hacer lo mismo y pasé la tarde en el supermercado, pero me sentí decepcionado. El frutero se ha jubilado y en su lugar han instalado una balanza electrónica donde tú mismo mantienes una conversación invisible con el código de barras de los productos y con la cajera, ni media palabra, porque siempre está liada, ella sola para cien a la cola. Ni siquiera pude hablar con el portero de mi edificio, lo han despedido y es el telefonillo de toda la vida quien te da la bienvenida.
 
Desde que me di de baja en Facebook es complicado contactar con mis amigos pues a la primera de cambio, no te cogen el teléfono. Sólo te responden a lo virtual: vía Facebook, Twitter o WhatsApp. Pero aún así, conseguí quedar con ellos. Estuvimos en la cafetería de siempre, donde solíamos jugar al futbolín de pequeños, pero todos estaban muy ocupados con las aplicaciones de sus Smartphones y apenas atendían la conversación, así que me marché a casa sintiendo aún más profunda mi soledad.  A veces me pregunto cómo hemos podido llegar a este nivel de aislamiento a pesar de vivir en la era de las tecnologías. Pero la peor soledad es la compartida y de eso saben mucho mis viejos que llevan años sin dirigirse la palabra, pero el próximo año celebrarán sus bodas de plata con una fiesta por todo lo alto.
 
Cansado y agobiado decidí dar un solitario paseo por el parque donde pasaba las tardes cuando era pequeño. Había un niño jugando con una peonza, ese juguete mítico que ha formado parte de nuestra infancia y que casi ha desaparecido de la faz de la tierra. Entonces me acordé de mi mismo cuando con la misma edad lo lanzaba cientos de veces hasta que conseguía hacerlo bailar y entonces me di cuenta que nuestra vida es como la de esa peonza. Conoces tu punto de partida, pero nunca sabes dónde vas a llegar, ni las vueltas que va a dar tu vida hasta alcanzar el equilibrio perfecto. A veces tu vida va demasiado deprisa y sientes que no decides nada en ella, pero una vez que controlas tus movimientos y alcanzas el equilibrio deseado, te sientes seguro y aunque encuentres obstáculos, tu propia estabilidad te da la fuerza necesaria para volver a empezar con cada nueva caída. Además la peonza mantiene su movimiento propio y aunque esté rodeada de otras peonzas, sabe que debe dar vueltas por sí misma, de lo contrario perderá su equilibrio y no podrá mantener la inercia. De igual forma que tú debes aprender a vivir contigo mismo y con todas las circunstancias que rodean a tu vida.  La soledad es una de ellas y debes aceptarla. Si no aprendes a estar solo en la pista, nunca podrás sentirte bien contigo mismo, ni podrás bailar con los demás.

Y es así cómo me he dado cuenta que a pesar de sentirme solo muchas veces,  tengo el mejor amigo que pueda desear: yo mismo. Así que si alguna vez te sientes solo no te deprimas, ni te vengas abajo, ni pierdas el tiempo con gente que no te llena y haz como la peonza: Aprende a girar con la vida y a mantener el equilibrio por ti mismo y sólo cuando alcances tu movimiento propio, habrás superado el sentimiento de soledad.

 

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